Esta crónica va dedicada a la mitad de mí. Es preciso que esta vez comience así, hablando de mí, o de él, que es lo mismo. Fue él quien me sugirió la STBCN (la corta, la Short Trail) en Sitges para que pasáramos allí el puente del 1º de mayo en plan relax. Conocíamos la ciudad de haber acudido a su estupendo festival de cine y como nos había gustado el ambiente nos apetecía volver. Esta parecía ser una buena ocasión para ello.
Pero el plan original iba a sufrir modificaciones de último minuto...
Con el plan así ideado desde hacía meses, a la hora de formalizar la inscripción los 22 kms de la STBCN se me antojaron pocos y sopesé apuntarme a los 72 kms de la HTBCN (la media, la Half Trail). Pero por esos días publiqué la entrevista a Emilie Lecomte e, inspirada por su historia, en el último minuto me inscribí en la UTBCN (la más larga, la Ultra Trail), de 106 km de recorrido y 4.750 m de desnivel positivo acumulado. Supongo que después de la agradable experiencia en el GR-10 Xtrem (93 km) hacer 106 me pareció una progresión adecuada de cara a ir buscando un límite a los kilómetros que pueden soportar mis piernas y mi mente.
Sábado 28 de abril, Plaza de la Fragata. 7:00 a.m. Apenas había maldormido un par de horas después de un largo viaje en coche. No encontraba caras conocidas, estaba fuera de mi círculo de corredores amigos más cercanos. Mónica Aguilera aparecía en la lista de inscritos, pero finalmente no acudió. La atalanta Harriet se descolgaba a última hora y a Vidal (de Cuenca) no lo encontraba entre el gentío. Buscando saludar a la atalanta Olga (también ausente), encontré al fin una cara conocida: Blas, ultrafondista, de mi misma ciudad, ganador ex aequo y organizador del Ultra Trail de Yecla. A él también le había buscado su familia la excusa perfecta para pasar unos días fuera de casa. Si es que... ¡los corredores somos tan fáciles de convencer...!
Así fue como, conversando, el disparo de salida me sorprendió en primera línea. Empecé a correr y no tenía más ambición que acabar la carrera. Sin embargo, por poner un poco de orden, me había hecho el día anterior unos números acerca de mis posibilidades, basándome en lo que aprendí en el GR-10 Xtrem. Los 101 km de La Legión de Ronda no me servían para los cálculos, pues si bien la distancia era parecida, ni los desniveles ni el terreno eran comparables. Por resumirlo, diré que con acabar en menos de 17 horas me daba por muy contenta. Teniendo en cuenta factores como que el terreno me era desconocido, que iría en soledad, como siempre sin bastones, etc… Sola, con una manta térmica en la mochila (parte del material obligatorio) que en el peor de los casos me serviría de mortaja…
Durante la primera mitad iba contentísima, con los ojos llenándoseme de un paisaje que combinaba tantísimos colores que me transportaban a otros lugares. Bordeando la costa, pasando junto a viñedos, masías centenarias, ermitas, laderas de piedras gelifraccionadas, rodeno, paredes con pizarra, zarzas, arces, quejigos, pinos, lianas, ¡de todo! Un entorno nuevo para mí, preciosísimo, ¡qué maravilla el Parc Natural del Garraf! Un descubrimiento maravilloso. ¡Felicidad!
Desde el principio estuve en la cabeza de la carrera (femenina). Esperaba con curiosidad conocer a las atalantas que tendrían que adelantarme de un momento a otro. Y esperándolas llegué a Begues (se pronuncia begas, con esa deliciosa e catalana abierta al final), km 30, donde estaba mi marido con su inseparable cámara de vídeo. Mis sensaciones eran estupendas. Iba a un buen ritmo y disfrutando de cada instante. No sentía presión ninguna e iba reservando, intentando hacer acopio de paisajes y buenas sensaciones con las que blindarme mentalmente en los últimos kilómetros que sabía que recorrería de noche.
Y en el ecuador de la carrera...
Ya en el km 50 (Torrelles de Llobregat) seguía sin ser adelantada y es entonces cuando se producen en mí dos hechos simultáneos: quería seguir siendo la primera noia hasta el final pero al mismo tiempo empezaba a acusar el cansancio. No me dolía nada en concreto: sólo me dolía TODO. Pero allí estaba él, loco de contento, alucinando… Si no hubiera estado tan cansada, su asombro me habría hecho gracia y hubiera jugado a hacerme la ofendida. Me habría apetecido decirle que iba reventada, que esto estaba empezando a ser muy duro y que los 50 km hechos no eran ni siquiera la mitad. Como él ya le había dicho a todos en ese pueblo que yo era su atalanta, tuve que tragarme los lamentos con isotónica y lonchas de jamón de York. Eso y los aplausos de la gente, me espabilaron bastante y me fui animando otra vez. ¡Increíble el efecto que puede tener algo de alimento tomado a tiempo! La semi-pájara se me estaba pasando... ¡Seguiría!
Volví a verle en el km 65 (Begues, nuevamente). Pero antes me recibe y me anima Oriol (he de decir que este nombre me encanta), un corredor momentáneamente en el dique seco y con el que mi marido había hecho buenas migas mientras me esperaba. Trago algunas cucharadas de macarrones y hago resumen mental de la situación: quedaba la distancia maratón y dentro de poco, horas de oscuridad. ¡A por ellas!
Corriendo todo el tiempo sola, apenas cruzando un saludo con corredores que me reconocían de las muchas carreras de la Comunidad Valenciana. Unos iban bastante bien, otros más tocados y el único que por entonces llevaba un ritmo parecido al mío fue un amable chico francés con quien compartí kilómetros en agradable conversación y a quien tuve que dejar atrás en la siguiente subida importante.
Pensaba en el hombre que me esperaba y quería regalarle un triunfo. Era mi idée fixe. Sólo así se movían mis piernas cuando la extenuación imploraba que parara un poco. Esta carrera no era cualquier carrera. Era el Ultra Trail Barcelona, primera prueba de la Copa Catalana FEEC-Lafuma de Curses d'Ultraresistència. Casi nada. Y si hasta entonces había disfrutado de muchos kilómetros sin que nadie me adelantara, ¿no iba acaso poder sufrir un poco y acabar el maratón restante manteniendo la posición? Además, tenía el morbo de querer llevarme esta medalla lejos de Cataluña, 500 km más al sur. ;-)
Piernas, sí. Pero también "coco".
No conocer a las otras atalantas hacía todo peor para mí. Imaginármelas magníficas subiendo, hacía que apretara los dientes y me empleara con furia en las subidas. Pero también podía ser que el punto fuerte de ellas fuera la velocidad y que aprovecharan los llanos y las bajadas para darme caza. Y no me daba la gana, así que por si acaso, también puse el turbo en estos tramos. Como podéis imaginar, duro mentalmente y físicamente. A lo mejor la segunda chica no quería adelantarme, pero si quería, se lo iba a tener que trabajar, porque esta carrera no tenía que ver conmigo ni con ella: era por otro por quien corría.
Y ya la que faltaba: ¡la lluvia! Aliada con la oscuridad, las dos aparecían a la vez para hacer la prueba más difícil. Punto de inflexión. No tanto en mí, pero sí lo noté en otros corredores. Notaba cierto temor a mi alrededor. Y con razón, pues con el agua, realmente la visibilidad con los frontales era casi nula. Costaba muchísimo encontrar las balizas reflectantes y había que estar atento al terreno, lleno de piedras de canto, peligrosísimas por lo resbalosas.
Completamente empapada, con el agua golpeándome la cara, pisando charcos y con el terrible temor de que el agua estropeara el frontal (eso hubiera sido mi muerte, literalmente), inútilmente intentaba protegerlo con el capuchón del impermeable. Creo que de puro nervio paré a orinar como tres veces en hora y media…
Mientras tanto, seguía corriendo cada vez que podía. Ese tipo de terreno no se me da mal y aprovechaba par mantener un ritmo, digamos, alegre. O al menos todo lo alegre que puede ser un zombie a esas horas. Mientras hubo piedras me inventé un juego: el 20 + 1. Veinte pasos mirando al suelo para no romperme la crisma y un paso en el que levantar la cabeza y buscar los reflectantes colgados de las ramas. Así un buen rato que se me pasó rápido, la verdad. Las marcas eran escasas pero no dejaban lugar a dudas; cada vez que encontraba confirmación de que iba por el buen camino, mi corazón se alegraba. Mucho.
Y así, feliz, salí de la negra espesura del monte y volví a poner pie en la ciudad de Sitges. ¡Indemne! Safe and sound at last! Hacía horas que no miraba el reloj y no sabía cúanto tiempo había invertido en la mojada oscuridad. Finalmente, meta. Luis esperándome, más contento que yo. El crono: 16 horas 37 minutos. El objetivo de antes de salir de casa, ser sub-17, lo había cumplido. El objetivo que inesperadamente me encontré en el km 50, el de correr por amor, también.
Vídeo de la salida de la carrera.
Conclusiones...
Haciendo balance y recogiendo el sentir de varios compañeros corredores, he de decir que esta es una carrera preciosa, organizada con un alto grado de profesionalidad pero que sin embargo no ha sido perfecta y ha dejado un sabor agridulce, cuando no amargo, en muchos participantes.
Las quejas principales tienen que ver con el sistema de acreditar nuestro paso. Con una veintena de puntos de control, cualquier fallo, ya sea tecnológico o humano, hacía que el corredor se arriesgara a ser descalificado al no poder comprobarse por otros medios su paso por ciertos puntos. Una tasa de fallo demasiado alta como para ser ignorada. El mecanismo consistía en un chip que portábamos en la muñeca y que debíamos introducir a conciencia en unos lectores a lo largo de todo el recorrido, muy cerca de los avituallamientos. Me consta que muchos no sabían bien en qué consistía o cómo se hacía la lectura. Un sistema que tal vez deba revisarse, a pesar de sus muchas virtudes, por el simple hecho de no le gusta a los corredores. Y al final es por ellos y para ellos por quien se hacen estas cosas, ¿no?
Por otra parte, el balizado ha sido excelente. Un trabajo humano (aquí no hay maquinita que valga) impresionante. Bravo a la organización por esto. Las cintas blancas y las indicaciones con pintura roja en el suelo y en las piedras estaban en la posición perfecta.
Los avituallamientos bien surtidos y colocados y el personal voluntario que los atendía era amabilísimo. Gracias a todos por tratarnos tan bien. En Begues, sobre todo, nos colmaban de atenciones...
El recorrido es de los más preciosos que he hecho nunca. Yo diría que el que más. Bien diseñado, duro, exigente, variado... Me ha gustado.
Un detalle que no se ha cuidado lo suficiente ha sido la entrega de premios para la categoría femenina del UTBCN. ¡No nos dio tiempo a llegar! Me consta, por fotos, que fue un acto bonito en un salón del Hotel Estela. Pero si yo fuera directiva de la casa Lafuma y hubiera apostado por patrocinar este evento, desde luego lo mínimo que exigiría a la Organización sería una entrega formal de los premios generosamente cedidos, que han sido buenos y numerosos. Esto de cara al patrocinador, por no hablar de las varias corredoras a las que les hacía ilusión subir al podio y salir en la foto oficial. Ni siquiera en meta había cámaras o fotos. Cierto que con el agua que caía, pero... No sé... Al final se ha perdido una oportunidad de mostrar la participación femenina en este deporte que tanto defendemos desde Atalantas Web.
Por último, gracias a todos los compañeros de sufrimiento que me fui encontrando en el camino. He conocido mejor una comarca de la que es fácil enamorarse. Me gustan las noches en la Calle del Pecado en Sitges y las olas del mar de su playa, el apacible urbanismo de Begues, la magnífica calçotada con que celebré en Cal Paulo (¡os lo recomiendo!) al día siguiente, los vinos del Penedès...
La Blanca Subur, por cierto, es el nombre de la ciudad íbera con que los navegantes griegos hace 3.000 años se referían a Sitges. De ahí que a sus habitantes, sitetanos, de forma poética se les llame también suburenses.
¡Hasta la próxima!
- VÍDEO oficial de Atalantas Web
- ¡Búscate en el VÍDEO de la salida!
- Este año sí: NadaPedaleaCorre