6 de diciembre de 2010

Julie Moss, al límite.

Hoy quiero contar la historia de una mujer cuyo nombre, me temo, es bastante desconocido en el mundo hispanohablante, si bien no lo es en absoluto para quienes participan en triatlones (sobre todo a partir de cierta edad) y maratones en el mundo anglosajón, sobre todo en Estados Unidos, de donde esta atalanta es originaria.  Sus inicios como atleta se produjeron de una forma que nadie, ni ella misma, hubiera podido imaginar…

Su historia (al menos la que nos interesa y que voy a relatar aquí), empieza en 1981.  Julie Moss era una chica como cualquier otra.  Bueno, para ser más precisos, era una chica pija de California, como tantas otras, que practicaba el surf desde los 14 años y en 1981 debía presentar, sin mucho empeño por su parte, un proyecto de fin de carrera.  Estudiaba Educación Física en una universidad de la localidad californiana de San Luis Obispo.  

Una tarde, holgazaneando frente al televisor, llama su atención el Ironman (en una de sus tempranas ediciones) que transmitía desde Hawaii la cadena ABC.
HAWAII...  Fue casi lo único en lo que Julie reparó.  Sabía que podría conseguir que su madre pagara el viaje y todos sus gastos si lograba convencerla de que debía ir a Hawaii para recopilar algunos datos para ese proyecto de fin de carrera.

Así que sólo le faltaba enterarse de qué era eso del triatlón.  Pudo enterarse que se trataba de nadar 2.4 millas (3.8 km), rodar en bicleta 112 millas (180 km) y finalmente correr un maratón.
Julie Moss no sólo no había corrido un maratón en su vida, sino que no tenía la más mínima idea de lo que suponía nadar esa distancia ni recorrer en bicicleta durante todos los kilómetros que exigía la prueba en la que inconscientemente se había inscrito.  Para ella, el Ironman simplemente representaba la mejor oportunidad en ese momento de ir a Hawaii.  (Estamos hablando de la década de los ’80, cuando este archipiélago de islas comenzó a despuntar como destino turístico por excelencia entre los norteamericanos).  ¿Ironman, kilómetros…?  No eran más que un concepto, un dato, apenas números.  Algo sin ningún significado en la vida real (de Julie).  Su tesis sobre las “consecuencias fisiológicas de, bla, bla, bla…” era su pasaporte a la diversión a lo grande.

**Llega el día.  Primera señal de alarma: la seriedad y responsabilidad con que se preparaba el resto de participantes.  Parecían verdaderos profesionales, ¡con accesorios que incluso iban conjuntados con el resto de su vestimenta deportiva!  Un sentimiento de “patito feo” la invadió, y puesto que no podía echarse atrás, intentaría pasar desapercibida.  “Primera y última vez”, se dijo, aun antes de empezar.

Julie nadó y pedaleó.  Y no lo hizo nada mal...  Carecía por completo de una postura aerodinámica, pero por nada del mundo dejaría que la filmaran encorvada sobre el manillar de su bicicleta.  Iba erguida y sonriente; le encantaba que la enfocaran, aunque eso supusiera arrojar al camino la barra de chocolate que estaba a punto de comerse cuando, una vez más, las cámaras la buscaban.  ¡Ni loca saldría con los morros sucios en televisión nacional!
**Tercera y última parte de la competición.  Nada más bajar de la bicicleta le advierten que sólo lleva a una chica por delante.  (Se trataba nada más y nada menos que de Kathleen McCartney, renombrada ciclista de élite).

¿¿¿Cómo rayos puede Julie estar en segundo lugar???  Sin embargo, ¡Julie estaba teniendo un rendimiento excelente!  Empieza a correr…  La mujer en primera posición sufría una lesión en el talón de Aquiles que le daría problemas en la carrera a pie.  A los 12 km del maratón, Julie la adelanta y queda en primer puesto.

Y algo se produce en su interior.  Un cambio grandioso que le hace darse cuenta de que, por fin, algo se le daba bien.  Y alguien corre detrás de ella para arrebatarle eso que de repente se ha convertido en “muy importante”.  Más de 2 km separan a las dos primeras corredoras, pero Julie casi podía sentir el aliento de Kathleen en su nuca…

Las cosas estaban cambiando.  Las buenas sensaciones físicas de las primeras pruebas estaban desapareciendo y su cuerpo empezaba a acusar las consecuencias de verse sometido a tan exigente prueba.  Llegarían los calambres y molestias estomacales.

**Faltan 400 m para cruzar la línea de meta.  Julie aún lidera la carrera.  Y es entonces cuando…  Mejor veámoslo en este vídeo…


Sus piernas sucumben.  Cae.  Piensa en levantarse, pero sus extremidades simplemente no responden.  Tendida en el suelo, se le ocurre que tal vez pueda ayudarse de los brazos para formar una especie de trípode que le ayuden a levantar unas piernas como de muerto.  Lo consigue; camina un poco.  La mujer en segunda posición está cada vez más cerca.  Puede sentirla.  Puede verla.  Kathleen adelanta a Julie.  “Ahí va… Me ha adelantado.  Me rindo.  A la mierda todo”.  

**A 10 m de la meta.  Una voz interior le dice:  “¡Arriba.  Camina!”.  Y Julie decide que, aunque sea arrastrándose, llegará a la meta.  Y así lo hace.  Centímetro a centímetro, la chica coqueta que tira el chocolate, llega a gatas, sucia de sus propios excrementos que no pudo contener, rodeada de cámaras.  Cruza la línea de meta...

Julie no ganó.  Quedó en segunda posición, oficialmente.  Pero todo un país pudo ver a la verdadera ganadora moral del Ironman de ese año.  (Obsérvese la cara de Kathleen McCartney en el vídeo, que no acaba de enterarse de que ha llegado primera hasta que no le cuelgan el collar de flores al cuello).

Ese día la vida de Julie Moss cambió para siempre.  Hizo un pacto consigo misma:  “No importa si duele, no importa si me ensucio, no me importa cómo esté:  acabaré”.  Según Julie, todos tenemos esa voz que a ella le habló:  es la voz de nuestro verdadero yo que nos dice que no existen los límites.


 



4 comentarios:

kultur-huset dijo...

Esto es lo que le falta a Paris Hilton para saber que es tener una meta y saber ganársela.
Bromas aparte, no conocía la historia. Es alucinante hasta donde podemos llegar las personas. Un gran ejemplo de superación personal.

Galtxagorri dijo...

Me he quedado alucinada con la historia, qué pasada. Me he emocionado mucho al verla gatear hasta la meta, gracias!

mayayo dijo...

No conocía la historia, y desde luego es fascinante.

Por la cruz, de meterse en un reto asi de esa manera (En un ultratrail el precio puede ser mucho mas caro para un error asi)

Por la cara, de sacar de dentro una fuerza y un coraje increibles.

Gracias por compartirla :-)

AtalantasWeb dijo...

Me alegra que os guste.
Lo que atrapa de esta historia es que no acaba aquí sino que se prolonga en cada uno de nosotros.
Es difícil decir lo que haríamos nosotros en una situación así.